Que el ser humano se siente atraído por el morbo es un hecho y la cobertura mediática de ciertos sucesos así lo demuestra. Los más críticos aseguran que la culpa es exclusivamente de los medios de comunicación, que alimentan todo tipo de hipótesis apelando a las emociones para conseguir que nadie se separe de la televisión y siga minuto a minuto la última hora.
Sin embargo, más allá de la cobertura que hagan los medios, existe algo más primario que nos empuja a todos a disminuir la velocidad en carretera cuando pasamos junto a un accidente o a mirar imágenes que, en realidad, no queremos ver. ¿Por qué ocurre? ¿Qué tiene el morbo que nos atrae tanto? Todos decimos sentir rechazo ante el sensacionalismo, pero en el fondo no somos capaces de dejar de mirar.
A este respecto, The Crackpet Show representa esa morbosidad que devora nuestras miradas atrapadas en un mundo en constante alerta. Concretamente, ofreciendo un espectáculo de violencia para masoquistas. Y los protagonistas de esta extraña propuesta que adquiere un formato televisivo, son animales mutantes armados hasta los dientes que tienen que abrirse camino en el programa de TV más violento de la historia de los programas violentos.
La fama, un territorio peligroso
The Binding of Isaac es sin duda uno de los roguelike más populares, quizá por lo adictivo y único de su propuesta de juego. Una propuesta que da el pistoletazo de salida en una sala principal, moviéndonos a través de las salas circundantes buscando el camino hacia el jefe del nivel para vencerlo y seguir avanzando. La jugabilidad es sencilla, pero sus mecánicas son complejas, dado que los niveles son generados de forma procedural y los objetos que tengamos durante la aventura, e incluso nuestra propia habilidad, son capaces de cambiar el transcurso de la experiencia.
Dicho de otra manera, todos los elementos interfieren en la jugabilidad, haciendo que cada recorrido sea distinto el uno del otro. Y al igual que la obra de Edmund McMillen, The Crackpet Show se apoya en la aleatoriedad, dado que nuestro objetivo es avanzar a través de una serie de salas hasta enfrentarnos al jefe final de cada nivel. Es un concepto que ya hemos visto desarrollarse de forma maestra en otros títulos, y aun así, es capaz de convencernos de que nos quedemos a jugar una partida más, una hora más, un día más.
El elemento novedoso es la fama que vamos adquiriendo mientras empieza a salpicar la sangre por todos lados; la notoriedad social que nos acompaña y que está vinculada a nuestro esfuerzo. En este caso, poniendo la cara del revés a todo lo que nos encontremos por delante. De hecho, la obra desarrollada por la gente de Vixa Games nos insta a que todas nuestras balas reboten entre nuestros enemigos con el fin de mejorar todos los objetos que vamos encontrando y así infringir aún más daño cuando emprendamos una nueva aventura de forma aleatoria.
La muerte es solo el principio
The Crackpet Show es, en esencia, la combinación entre un bullet hell y un roguelike generado de manera procedimental, por lo que la muerte y la repetición constante son dos de los motivos por los que el fracaso es parte inherente de la naturaleza de este título. Sin embargo, la obra de marras hace grandes esfuerzos para establecer mecanismos de progresión concretos y tangibles que no sólo aplacan un poco la frustración de perder una partida, sino que en ocasiones nos hacen buscarla. Llegar más lejos que nunca en un intento de escapada no solo nos hará ilusión por la mejora en nuestras habilidades y nuestros conocimientos que conlleva, sino por pensar en las cosas que descubriremos cuando lleguemos al siguiente nivel.
Fracasar, por tanto, no es solo una parte del aprendizaje de The Crackpet Show, sino que es una parte esencial del disfrute del juego.
Estas impresiones han sido realizadas gracias a una copia digital de PC facilitada por UberStrategist.