Hace casi 10 años, Dontnod revolucionó el género de las aventuras narrativas con Life is Strange. Se trataba de una época donde el mercado independiente estaba viviendo un auge exquisito, donde estudios pequeños pisaban fuerte con propuestas que reivindicaban narrativas y mecánicas distintas a los clásicos títulos de acción que dominaban la industria.
En el caso de Life is Strange, el estudio francés nos presentó una bella historia ubicada en un mundo cotidiano donde Max Caulfield, parte protagónica de la aventura, experimentaba un autodescubrimiento extraordinario: su superpoder de poder rebobinar el tiempo y acceder a sucesos pasados concretos a partir de una fotografía. Este lanzamiento se trataba del primer episodio de una saga heredada después por Deck Nine, y donde hemos visitado las historias de diferentes héroes cotidianos.
Entonces llegamos a Lost Records: Bloom & Rage, una nueva IP toma la decisión consciente de apartarse del camino señalado en posteriores iteraciones de la saga Life is Strange para volver a los parámetros de la ficción adolescente que tan bien funcionaron en el primero. La protagonista es Swann, una adolescente introvertida y sin amigas, en el verano de 1995, pero con una obsesión por el cine y la lectura que le permite tener un gran mundo interior capturando la realidad a través de la lente de una video cámara.
Si bien, debido a un pequeño incidente en la que esta se ve envuelta, esta termina saliendo del cascarón y aceptando la rebeldía a medida que afianza su amistad con Nora, Autumn y Kat, tres chicas de su misma edad con sus propias personalidades y emociones.
A partir de ese momento, los elementos más costumbristas del relato se entremezclan con la investigación de lo que podría ser un grave encubrimiento. Una investigación que, desde un punto de vista mecánico, se lleva a cabo a través de una cámara de vídeo, lo que hace que a lo largo del juego, vayamos capturando instantes que más adelante en la historia puedan ser cruciales para tomar decisiones en la historia. Así, las repercusiones de los instantes que grabamos son importantes a la hora de, por ejemplo, viajar a ese instante en particular y cambiar las acciones de ese momento, literalmente.
Costumbrismo con misterios sobrenaturales
La trama, como pasaba en otras propuestas del mismo estudio, mezcla historias secundarias y escenas de corte mundano con la investigación y la resolución del despertar de una presencia sobrenatural en el bosque. Y aunque Lost Records: Bloom & Rage tarda bastante en despegar debido a los diálogos de los primeros compases, conforme pasamos más tiempo en Velvet Cove, un pueblecito aparentemente tranquilo, más idílico nos parece.
Los personajes, especialmente los secundarios, tienen un carisma y unas historias interesantes que nos invitan a conocerlos poco a poco, olvidándonos incluso de las necesidades de la historia principal. La vida en el pueblo, así como sus costumbres y peculiaridades, se van revelando a buen ritmo culminando en el desenlace de una primera mitad que nos deja con la miel en los labios.
Con todo esto, la desarrolladora de marras ha querido expresar el cambio dramático que sufrimos en el paso de la niñez hacia la vida adulta. El daño que sufre nuestra concepción infantil del mundo, plagada de fantasías, cuando se estrella con la realidad adulta, ciega frente a toda creatividad infantil. El salto necesario que todo adulto tuvo que dar para vivir una vida feliz y plena y, en su caso, la necesaria vuelta a la infancia para cerrar la heridas mal cicatrizadas (acoso escolar, maltrato, discriminación, pobreza, abusos, ignorancia) y poder alcanzar la paz con uno mismo.
Una dosis adecuada de drama adolescente y nostalgia por el pasado.
Dicho de otra manera. En un sentido puramente formal, la historia de Lost Records: Bloom & Rage es sorprendentemente honesta, y ahí reside uno de sus mayores valores: los tramos sobrenaturales del videojuego se anuncian tan claramente como si los señalara una flecha de neón, lo que lejos de convertir a la obra en un artefacto previsible, resalta por contraste los pasajes luminosos que muestran la formación y cohesión del grupo de las cuatro adolescentes; momentos que se convierten en una zona de confort para los personajes, pero también para los jugadores.
Porque Don’t Nod pone en imágenes uno de los grandes temas que vemos, por ejemplo, en la literatura de King: la infancia como lugar seguro, y el poder mágico de la amistad frente a un mundo adulto que convierte a los niños en víctimas.
Por eso Lost Records: Bloom & Rage funciona a dos niveles: como un videojuego de misterios sobrenaturales y como relato de aprendizaje adolescente. Y por eso es esencial que ambos estén perfectamente delimitados separando luz y oscuridad, peligro y refugio.
Pasado y presente
No cabe duda de que buena parte del poder narrativo de la obra que nos ocupa se deriva de su estructura de apariencia dual, donde el relato adolescente se presenta casi a modo de flashback respecto a la trama que transcurre en el presente. Una dualidad que no es tal, porque enmascara un sinfín de ramificaciones, de pequeñas historias que abarcan un marco temporal mucho más amplio y donde Don’t Nod se detiene sin rubor, sin ningún apremio por llegar a la línea de meta, de forma parecida (y perdonen la osadía) al modo en que el Quijote ofrece desvíos y vericuetos que en lugar de diluir el resultado final lo engrandecen sin medida.
El pasado, como dicen, es un país extranjero, ¿y a quién no le gustan las vacaciones en el extranjero? Lost Records: Bloom & Rage ha sido innegablemente útil para articular nuestro anhelo colectivo por un pasado no muy lejano, por una forma de vida que ya nos es ajena. Aun con todo, lo que queda aquí es un videojuego efectivo que va mucho más allá del juguete de la nostalgia para alcanzar, si no el retrato de Norteamérica que traza el estudio parisino, sí la radiografía de la infancia olvidada y su pureza insustituible.
Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PlayStation 5 facilitada por Don’t Nod.