Todo el mundo lleva una carga sobre sus hombros; una carga en forma de ángel o demonio. Y, como es natural, ambas contrapartes están en constante pugna. Se dice que el ser con cuernos y cola acabada en punta de flecha debe ser evitado a toda costa, pero cada vez somos más los pecadores que se unen a las filas del infierno. Yo antes era como tú, un ser de pureza descomunal, con estudios en arquitectura, pero lo eché todo a perder a causa de la pereza, la gula y la soberbia.
Creía que mi vida estaba perdida, pero, de pronto, apareció un estudio llamado Woodland Games que me sacó del limbo en el que me hallaba. Me propusieron hacer un pacto con Lucifer en el que representaría el rol de un demonio novato, uno llamado Hell Architect. Y una vez visto su candente plan, no tuve más remedio que aceptar. Liderar al infierno hacia su expansión junto a seres del diablo era lo último que se me habría ocurrido hacer una vez muerto, pero qué demonios.
El calor que alimenta el alma
Esclavizar. Atormentar. Torturar. Esas eran mis mayores responsabilidades. No es que hacerle la vida imposible al prójimo fuera mi pasatiempo favorito, pero he de admitir que sonaba ciertamente tentador. Sin embargo, los humanos eran frágiles, y ni siquiera en el infierno es oro todo lo que reluce, por lo que tenía que cuidar de ellos al mismo tiempo que construía mi pequeño imperio bajo tierra.
Cubrir sus necesidades básicas, véase ingerir sólidos y líquidos, echarse una siesta y plantar un árbol, era una ardua tarea, pero, por suerte, eran lo suficientemente autónomos como para regular ellos mismos cuándo debían dejar sus quehaceres con el fin de nutrirse o evacuar para subsistir. Eso sí, para ello seguía siendo mi obligación proporcionarles los recursos pertinentes y que estuvieran al alcance, pues de lo contrario, se me hacía llegar un aviso con el asunto a subsanar.
Tantas idas y venidas y tan poco sufrimiento a veces acababa con mi paciencia como Hell Architect, si es que alguna vez tuve de eso. Afortunadamente, aquí en los bajísimos fondos tenemos una opción para hacer que el tiempo pase más rápido. Desde la pausa hasta el triple de la rapidez normal, está en nuestras pezuñas adaptarnos al ritmo de los “mortales” que llegan a nuestros dominios.
Una ardiente bienvenida por un glorioso futuro
Puede que los primeros instantes en mi puesto laboral no fueran para nada sencillos. No guardo un recuerdo demasiado agradable de ello. Y tampoco admitiré, no sin la presencia de mi abogado (que está a punto de llegar al averno), que intentaba pensar en el futuro prometedor que me aguardaba forjando un meticuloso orden a partir del caos. El gran número de opciones a nuestro alcance, las escasas pistas, los diminutos textos y algún que otro nombre que no concordaba entre la lista de tareas y el menú de construcción me llevaron a estirarme de los pocos pelos que me quedaban.
Gracias a Dios, la ayuda de unos particulares compañeros de curro, afamados demonios, posibilitaron que el plan Hell Architect fuera un poco más sencillo. No era plan de abrazar las llamas del infierno directamente, por lo que revisé los documentos titulados “Tutoriales”. Seguí echando de menos alguna que otra pista visual para no perderme entre tantas alternativas, pero al menos conseguí saber cómo construir lo básico para el bienestar de mis esclavos y cuál era el orden a seguir para aumentar mi capacidad como capataz.
A su vez, el tour por los diversos círculos del infierno planteaba un reto cargado de pequeñas misiones para poner a prueba los conocimientos básicos (y no tan básicos). Dada la peculiaridad de este entorno, se podía encontrar desde artefactos misteriosos que facilitaban algunas tareas, hasta materiales necesarios para fabricar nuevas máquinas de tortura o productos que mejoraran la vida de los humanos. Porque si algo no he comentado todavía, es que el sufrimiento es un bien muy preciado aquí abajo, tanto, que es imprescindible para hacer crecer este reino.
Lo mejor está por llegar
Puede que a la vida no viniéramos a sufrir, pero en la muerte no existe nada más que el dolor. Por eso llegados a este punto, ya estaríamos listos para dar lo mejor de nuestro ser y exprimir al máximo las posibilidades de Hell Architect a través de nuestra total libertad para maniobrar. Ese inframundo que siempre deseaste crear y gobernar está al alcance de unos cuantos clics; por lo tanto, quizá quieras construir una máquina de tortura al lado de una cama o una letrina al lado de la máquina de café, a pesar de que que no vaya a ser algo que afecte a la rutina humana.
Bajo todo este concepto de jugar a ser Dios y ocuparse de unos cuantos mortales, seguro que recordáis, entre otros, cierto título en el que se debe gestionar un refugio nuclear. Por este motivo, si disfrutáis teniendo bajo vuestro mando a humanos descarriados, merece la pena dejarse caer por los infiernos y probar suerte como endemoniado. A veces el mundo terrenal no nos ha tratado conforme nos gustaría, por eso nos queda gastar la baza de la segunda oportunidad como mano derecha de Lucifer.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de PC facilitada por Renaissance PR.