Los videojuegos nos han propuesto muchísimas cosas, desde llevar a cabo heroicidades hasta demostrar nuestros increíbles reflejos reventando demonios o yendo con el balón en los pies para marcar goles en la portería contraria. Sin embargo, también existen títulos mucho más calmados que nos ayudan a relajarnos y recuperar la calma mientras estamos a los mandos. De la misma manera, invitan a la contemplación y reducen el estrés, pues se alejan del afán competitivo que tanto reinan en la mayoría de propuestas.
Es casi un género que promueve un enfoque zen en pos de evitar la lógica de los castigos y recompensas, que deja en un segundo plano la sensación de progreso y victoria. Así pues, podría parecer que este A Glider’s Journey se viste de gala y se forma en patrocinios contemplativos para sobrevolar los cielos en una experiencia que permita botar tensiones y, al mismo tiempo, lograr algo de calma interior, pero a veces, las apariencias engañan.
Bajo un cielo amenazante
Somos pilotos y con esa autoridad derribamos los cielos al mismo tiempo que nos movemos al ritmo de una música. Una música con energía positiva que nos permite relajarnos a través de un proceso físico por el cual vibraciones de diferente origen se ajustan hasta lograr un mismo ritmo. A este respecto, A Glider’s Journey nos propone levantar el vuelo con el fin de atravesar aros. Y ya está. No dependemos de un acelerador ni nada por el estilo, simplemente nos deslizamos por el aire golpeando cada aro para llegar al siguiente punto de control, así hasta sobrevivir a un aterrizaje de vértigo.
Aunque parece sencillo a primera vista, este planteamiento tiene consecuencias complejas con respecto a la forma en la que el juego de marras se nos presenta. Todo rezuma una apariencia contemplativa, desde unos escenarios cálidos e inspiradores que abrazan la técnica low poly, auspiciada por una estética minimalista pero preciosista, hasta una banda sonora que acompaña instructores de respiración y meditación. Si bien, la actitud es otro cantar, puesto que la obra que nos ocupa es una prueba desafiante donde puedes pasar en un momento de saborear la gloria a morder el polvo en más de una ocasión.
Cuando la creatividad es nula
Por muchos es sabido que la creatividad tiene bastante que ver con la experimentación y para experimentar hace falta alimentar nuestra capacidad para sorprendernos, entusiasmarnos y adentrarnos como niños en el mundo de lo desconocido. El mayor problema de A Glider’s Journey no reside tanto en su desafío, algo que se puede subsanar mediante sus numerosos niveles de dificultad, sino en la incapacidad para experimentar durante el vuelo las turbulencias generadas por los propios escenarios que sobrevolamos.
En pocas palabras, el título de Emma Franklin y Charlie Marshall pone de manifiesto un desarrollo encorsetado para lograr un objetivo. Sí, sus intenciones son buenas, pero al final no nos hacen ningún favor y la experiencia al final de cada nivel tiende a enfocarse en el peor de los casos. No es la mejor forma de conquistar el cielo.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital en PC facilitada por Woovit.