Blasphemous

El videojuego español lleva dando grandes alegrías desde hace bastantes años. Tenemos grandes ejemplos como la saga Commandos de Pyro Studios, Castlevania Lords of Shadow de Mercury Steam o el clásico La abadía del Crimen, entre muchos otros, todos ellos con sus señas de identidad.

Por ejemplo, Blasphemous, videojuego creado por el estudio sevillano The Game Kitchen, adopta una serie de señas identitarias que representan dentro de su iconografía diversas ciudades, la religiosidad cristiana barroca y la cultura andaluza en general. De la misma manera, adapta estas referencias a una propuesta artística basado en los nuevos medios digitales y virtuales en clave de videojuego cuyo fin es la diversión y la seducción.

Todo esto es probablemente lo que mejor defina a Blasphemous: es un compendio de diferentes vertientes culturales autóctonas que ha servido para dotar a su propuesta de un ambiente tétrico, entre lo sagrado y lo profano. Al igual que ocurre con títulos japoneses o norteamericanos, refleja la idiosincrasia del país en el que nace la obra. Es un homenaje a nuestra cultura y una forma de reivindicarla. Porque nunca es mal momento para poner la lupa en nuestro arte, ya sea a los mandos o paseando por las salas de El Prado.

Y porque la manera en que toda su puesta en escena conjuga todo un folclore regional y popular y los manierismos jugables y narrativos de los Soulslike y Metroidvania, es algo similar a un brillante ejercicio de remezcla. Una (re)mezcla que toma elementos y referencias de ambas esferas, buscando quizás no tanto la originalidad como una nueva perspectiva sobre elementos comunes y conocidos. Es algo tejido con el valor de referenciarse en lo absolutamente cercano, convencido de la dignidad y el potencial de lo que está al alcance de la mano.

Blasphemous y el arte de la melancolía

La etiqueta metroidvania se ha convertido en un enorme cajón desastre en el que cabe todo en los últimos años, y no hay una definición exacta y canónica de lo que debe ser un juego de este estilo, cada uno tiene su opinión. Sí, en Blasphemous hay un enorme mapa lleno de secretos y coleccionables que según vamos obteniendo nos acercan al 100%, y vamos consiguiendo habilidades que nos permiten acceder a zonas antes inaccesibles.

Esto es una de las cosas que más nos ha gustado. Es un título que respeta al jugador y que confía en la capacidad de éste para avanzar sin que un cartel le diga cómo. Todo ello contribuye a crear esta atmósfera tan especial, casi absorbente, que nos sumerge en el mundo creado por la gente de The Game Kitchen. Un mundo con una incontestable espiral de belleza y decadencia capaz de mantenernos absortos de principio a fin, y de transmitir emociones prácticamente indescriptibles.

Cualquier acepción que digamos se queda corta ante lo majestuoso que resulta el juego que nos ocupa en movimiento. Cada segundo es una muestra encomiable del espectacular trabajo realizado por el equipo de ilustración y de diseño. Es lo más parecido a ver un cuadro en movimiento. Un cuadro evocador y repleto de vida que no deja de asombrarnos a cada segundo, dejándonos con la boca abierta ante tanta elegancia.

El sacramento de la penitencia

La experiencia es tan importante que ahora nos encontramos con un pequeño dilema. Explicar en profundidad las mecánicas de Blasphemous es la única manera de contaros cuántas cosas hace y lo bien que las hace, pero supone arruinar las sorpresas constantes con las que nos vamos encontrando, y el jugar a ciegas es como conseguimos que de verdad las sensaciones se multipliquen.

En cualquier caso, todo este buen hacer en lo puramente jugable también está acompañado por un gran diseño de niveles que favorece que vivamos una gran variedad de situaciones al mismo tiempo que conecta con acierto sus diferentes regiones para hacer que la navegación por el mapa sea lo más cómoda y fluida posible. Podéis esperar entornos muy diversos con sus propias características ambientales, trampas y enemigos, así como salas con diseños únicos y muy artesanales que nunca se repiten.

Sin embargo, lo mejor de todo es la forma en la que los propios escenarios van evolucionando a medida que progresamos por ellos y suceden cosas en la historia. No podemos hablar demasiado sobre esto sin caer en destripes, pero podéis dar por seguro que no os van a faltar sorpresas al volver a zonas ya visitadas, algo que ayuda a mantener siempre despierto nuestro interés y evita que nos podamos relajar.

Calidad y cantidad en la cima del desarrollo independiente

A menudo nos quejamos de la poca importancia que damos a nuestro folclore en la producción cultural de corte fantástico. La simbología que rodea a este género procede, casi siempre, de la tradición anglosajona, nórdica, y por supuesto de la griega o latina. Pero pocas veces miramos hacia nosotros mismos y reparamos en la potencia de nuestro acervo mitológico, en gran medida desconocido, pese a estar presente en nuestro día a día a través de refranes, historias populares o efemérides.

La idea de rescatar y (re)imaginar ese sustrato folclórico, tan cercano a todos nosotros, es la que ha llevado al estudio sevillano The Game Kitchen a lanzarse a una apuesta que tiene tanto de fascinante como de arriesgada. Una apuesta con la que la desarrolladora de marras puede sentirse satisfecha, dado que su vastedad y virtuosismo artesanal resulta casi enfermizo —en el buen sentido, se entiende—.

Con todo esto, el estudio sevillano puede sentirse satisfecho sabiendo que Blasphemous ha sabido contentar a quienes buscan un desafío diseñado con esmero, que ofrece justa recompensa por el esfuerzo; y que sin duda despierta en todos nosotros esa fascinación por lo siniestro, común a los trabajos más oscuros de diversos artistas o a los momentos escabrosos de nuestras leyendas populares. Merece la pena atreverse a aceptar el desafío que nos ocupa y descubrir todos sus detalles y secretos, aunque sea una penitencia plagada de espinas.

Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de Android facilitada por The Game Kitchen.

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