Nikoderiko

Los aficionados a los videojuegos (los de verdad, los que disfrutan jugando donde sea a grandes juegos) están viviendo una de las mejores etapas en la historia reciente de la industria. Nuevas sagas que nacen; viejas glorias que vuelven. Triple A, indie, y prácticamente todos los géneros representados con calidad, incluso aquellos que parecían olvidados. Este año es, de hecho, un año que los fans de las plataformas van a disfrutar al máximo.

Y si no, que se lo digan a propuestas como Nikoderiko: The Magical World, una aventura que no esconde sus más que evidentes influencias, y que está protagonizada por Niko y Luna, los cuales están buscando una antigua reliquia en una isla mágica. Sin embargo, el villano Grimbald de la Compañía de Gemas Cobring se la arrebata. Para salvar la isla y a sus tribus, deberán recorrer siete mundos únicos con la ayuda de sus amigos animales y derrotar al ejército de Cobring.

Un maravilloso viaje al pasado

Nikoderiko: The Magical World es un juego de plataformas que alterna los momentos de dos y tres dimensiones, como digo, muy inspirado por la saga Donkey Kong Country. Nuestro avance cuenta con la capacidad de saltar encima de la cabeza de los enemigos para acabar con ellos,  dar un golpe fuerte saltando y embistiendo el suelo, como el culazo de toda la vida de Mario.

Hasta aquí, todo lo habitual. No estamos ante nada novedoso o que no hayamos visto nunca, ni mucho menos; pero es cierto que el diseño de los niveles está planteado para que encadenemos saltos, rebotes en la pared, saltos encima de enemigos y el resto de habilidades anteriormente nombradas para poder avanzar.

Dicho de otra manera, Nikoderiko: The Magical World no revoluciona nada, pero tiene un buen diseño de niveles y eso hace que sea muy satisfactorio para el usuario. Si bien terminar las fases no es demasiado complicado -se nota que el juego quiere apuntar a un público más joven-, hay cierta miga a la hora de conseguir todos los elementos coleccionables que hay repartidos con cada nivel, mediante las cuáles podremos desbloquear una serie de niveles extra más. Su propuesta coleccionista está pensada para revisitar las fases más de una vez para conseguir las letras, otro objeto y sumar el máximo de “monedas” posibles.

La presencia de plataformas que se desvanecen al tocarlas, otras que van cambiando de posición y enemigos que rodean nuestro avance (algunos se pueden matar, otros no) hacen que tengamos un desarrollo variado e interesante a lo largo de los siete mundos, que se ambientan de maneras distintas y entre los que el último es algo más exigente. Vale la pena porque cuenta con muchos tramos de salto al vacío, en el que tendremos que ir moviéndonos por lugares donde bajo nuestros pies solo está la muerte.

A esto se le añade una fase final desafiante, donde el ensayo-error es necesario para esquivar enemigos, saltar en objetos móviles, escapar de un scroll que te quiere engullir y mantenerte vivo con tres corazones.

La sensación general con el título es que ofrece niveles bien planteados, que sabe aprovechar las mecánicas que las partes protagónicas tienen en su poder y que aporta diferencias entre mundos. Pero por otro lado, también se siente poco ambicioso. Dentro de cada mundo las diferencias entre fases son menores, y en una primera pasada conseguiremos la mayoría de objetos, por lo que es rejugable, sí, pero menos de lo que puede parecer. Y tampoco es demasiado largo, por lo que la experiencia general puede quedar algo coja. Buenas ideas pero sin explotar al máximo.

Algunos extras para acompañar

A pesar de esa linealidad de la que hemos hablado en la estructura de las fases, las pantallas principales suelen estar atestadas de secretos y coleccionables que incentivan la exploración, la búsqueda de posibles desvíos y la observación de nuestros alrededores. La gran mayoría suelen estar más o menos a la vista y los que no basta con que nos fijemos un poco para dar con ellos.

Finalmente, tenemos uno de nuestros elementos favoritos de todo el género: salidas secretas alternativas que, de encontrarlas, nos llevan a un mundo oculto con sus propias fases exclusivas. Estas son, con diferencias, las más difíciles y complicadas de localizar, ya que están genialmente escondidas y nos obligan, en ocasiones, a hacer cosas muy ingeniosas para dar con ellas, por lo que nos lo hemos pasado genial buscándolas.

Lo que sí que he echado algo de menos en términos generales es un poco más de dificultad, ya que estamos hablando de un juego extremadamente fácil para cualquiera con un mínimo de experiencia en el género. Hay una serie de minipantallas opcionales centradas únicamente en el «plataformeo» puro y duro que son una delicia y que intentan subir un poco el reto, pero ninguna de ellas nos ha llevado más de 5 minutos y unos pocos intentos, ni siquiera el desafío final definitivo que aguarda a quienes aspiren a completarlo todo.

Fases con multitud de desafíos y secretos

No parece que Retro Studios vaya a darnos un nuevo Donkey Kong Country esta generación, pero VEA Games ha tomado el relevo para ofrecernos una adaptación excelente de su jugabilidad que, lejos de quedarse en el homenaje, añade multitud de elementos propios que le sientan genial. 

Nikoderiko es un título que he disfrutado muchísimo. No parece tan redondo como Tropical Freeze, pero sí bastante mejor que algunos plataformas que se han publicado de un tiempo a esta parte. Creo que es un título que cualquier fan de las plataformas en dos dimensiones tiene que probar. Está repleto de contenido, cuenta con algunas ideas geniales, buenos niveles y una estructura que nos da libertad para descubrirlo.

Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de Xbox Series X facilitada por JF Games.

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