Todo arte o negocio tiene sus propios héroes, la esperanza de toda embarcación a la deriva, esos que consiguen destacar capitaneando proyectos capaces de navegar a toda vela y la mejor garantía de feliz arribo. Las características que definen a estos líderes pueden variar considerablemente, dado que sus personalidades pueden llegar a ser muy diferentes, pero si algo tienen en común es cómo han contribuido al desarrollo y el crecimiento del mercado de los videojuegos.
Tomonobu Itagaki siempre ha sido un diseñador muy excéntrico, uno que ha recibido numerosas demandas que lo han colocado en el ojo del huracán en más de una ocasión. Si bien, lo cortés no quita lo valiente, puesto que en el ámbito profesional fue el máximo responsable de revivir Ninja Gaiden en 2004 y también el creador de Dead or Alive, una saga de lucha con varias redirecciones visuales y jugables que pusieron de manifiesto un ritmo rápido en un terreno de juego en tres dimensiones. Empero, tras anunciarse su marcha de la compañía para trabajar en Valhalla Game Studios y pasar a posteriori unos cuantos años formando a nuevos desarrolladores, su vida ha estado llena de baches, dificultades, empresas en bancarrota y cambios de motor gráfico.
Está claro que incluso los grandes genios pueden fracasar, pero la importancia de rodearse de la gente correcta, radica en que al hacerlo es mucho más probable que se incremente la probabilidad de éxito. Tampoco es menos cierto que la marcha de alguien es algo que puede influir de forma decisiva. Y si no, que se lo digan al Team Ninja cuando decidieron embarcarse en el desarrollo de Ninja Gaiden 3, una obra que originariamente no estaba demasiado inspirada.
Al filo del desastre
La estrecha relación entre cine y videojuegos va mucho más allá de términos estrictamente comerciales, ya que esta ha derivado en una suerte de simbiosis mediante la cual han adaptado sus técnicas narrativas de forma recíproca. Tanto es así que las nuevas tecnologías han permitido a las desarrolladoras aplicar el lenguaje cinematográfico para moldear sus obras, transformando todas esas secuencias cinemáticas que sirven de transición entre secciones jugables en espectaculares set-pieces. Ninja Gaiden 3 también quiso sumarse a la creciente fusión entre el séptimo arte y la potencialidad del medio videolúdico.
¿Y qué ocurrió? Que esa apuesta por la cinematografía en un débil intento por humanizar al personaje de Ryu Hayabusa se cobró varias víctimas por el camino, ofreciendo un hack and slash que ejemplificó de forma perfecta todo lo que puede representar una jugabilidad totalmente desfasada. Una que eliminaba importantes elementos de pasadas entregas en pos de ofrecer el mayor espectáculo posible, que no presentaba ningún tipo de progresión para el personaje y que adolecía de escenarios ambientados en varias partes del mundo y de referencia sumamente lineal, sin apenas elementos que premiaran la exploración. Sentíamos que no avanzábamos y que el juego reforzaba todo lo contrario a lo que debería ser, oponiéndose a las habilidades e ideas, valores, actitudes y modelos comportamentales para con el género de marras.
Dicho de otra manera, Ninja Gaiden 3 fue un mal paso, pero el Team Ninja todavía no había dicho su última palabra. Su redención estaba cerca.
Un interesante renacer
Se dice que el Ave Fénix es una emblemática criatura de fuego que es capaz de elevarse majestuosamente desde las cenizas de su propia destrucción. El milagro de Naoki Yoshida y el renacer de Eorzea en Final Fantasy XIV es uno de los mayores ejemplos que nos ha ofrecido la última década sobre cómo rehacer un juego fallido y llevarlo a lo más alto. Y aunque no sea comparable ni de lejos con el modelo antes nombrado, Ninja Gaiden 3: Razor ‘s Edge, obra que protagoniza las líneas de este texto, vino con ganas de mejorar la decepcionante experiencia ofrecida por la tercera entrega de la saga.
Pese a que muchas de sus carencias siguen estando presentes, como su pobre diseño de niveles y la excesiva linealidad que tanto manifiesta (pero eso supondría hacer un nuevo juego desde cero), el resto de la experiencia ha sido totalmente remozada. Con relación a eso, se ha apostado por un sistema de combate rediseñado que se parece más a lo visto en sus predecesores, enemigos con una IA mejorada y un método de progresión mediante el cual podremos mejorar nuestras armas, aprender nuevas técnicas y conseguir trajes adicionales. Ahora sí sentimos que mejoramos junto al personaje. Todo esto hace que Ninja Gaiden 3: Razor ‘s Edge sea lo que debería haber sido la tercera entrega de las aventuras de Ryu Hayabusa.
Sigue sin estar a la altura del resto de iteraciones, pero no es menos cierto que resulta mucho más satisfactoria de jugar. Además, eso ofrece nuevas esperanzas si en un futuro deciden llevar a cabo nuevas entregas que también pongan en relieve ese frenesí sangriento y la intensidad de su acción. Porque ese es el camino del ninja.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de Xbox One facilitada por Koei Tecmo Europe.