Un punto de inflexión en la historia de la humanidad es aquel que está marcado por una sucesión relativamente casual de acontecimientos, desde conflictos bélicos hasta todo ese conjunto de tecnologías y servicios que han jugado un papel determinante en nuestras vidas. Y nuestra historia está compuesta de inflexiones que nos han llevado hasta aquí. Sin embargo, ¿cuál habría sido el rumbo del mundo si Adolf Hitler hubiese vencido? ¿Qué habría pasado si nunca hubiéramos descubierto los antibióticos?
Nuestro presente es el resultado de las decisiones que tomamos en el pasado, desde las más triviales hasta otras más trascendentales, mientras que el futuro depende de las decisiones que tomemos hoy. En otras palabras, los acontecimientos podrían haber sucedido de forma diferente a como ocurrió en realidad.
Dentro de la ficción y la distopía como máxima expresión, no son pocos los autores que designan varios géneros literarios amparados en la especulación donde se exploran otras estructuras sociales y políticas, creando una sociedad distinta respecto a nuestra historia. Y obras como Rauniot designan un tipo de mundo muy similar al nuestro, situándose en una línea temporal alternativa en la que los continentes principales quedaron anegados por el mar debido a una catástrofe natural. Enormes cantidades de polución quedaron diseminadas tras el colapso de las plantas nucleares y a causa de las cabezas atómicas. Pocos sobrevivieron a ese tiempo aciago.
Al final, la obra que nos ocupa nos habla de cómo un mundo de prosperidad aparentemente infinita puede colapsar. Pero también del excesivo poder que pueden tener ciertas corporaciones, de la lucha por los recursos y de la cara oculta de las utopías.
La clave para superar la dependencia del pasado
Si bien, cierto es que cualquier avance en un aspecto también conlleva algún retroceso en otro aspecto. Y aunque ya lo sepamos, no quita que la obra que nos ocupa haga bien los deberes reflexionando sobre la capacidad de avance y los sacrificios que hay detrás en un mundo en el que tanto la naturaleza como el hombre procuran sobrevivir y encontrar un equilibrio. Rauniot nos ofrece una rápida y acertada exposición sobre estos temas y como el ser humano ha olvidado cómo y porqué ha recibido todos estos dones y maldiciones.
Pero Aino, parte protagónica del juego que protagoniza estas líneas, quiere dar respuesta a todas sus necesidades, en este caso, llevando a cabo la misión de su vida. Una misión a través del tiempo, que no el espacio, en la que vamos a encontrarnos también con algunos personajes que representan un elemento fundamental de la narración y que abordan las propuestas transhumanistas de mejora moral, exponiendo y abordando lo que significa para el futuro de la humanidad.
Sombras en perspectiva isométrica
Nuestros referentes son un reflejo de nuestros valores y Rauniot es una mirada a los referentes del pasado, en este caso, hacia obras como Fallout, que podemos considerar como representantes legítimos de la cúspide de la narrativa en juegos de rol. Si bien, aunque la obra que nos ocupa nos devuelva, visualmente hablando, a la cúspide de los RPG isométricos, su ADN es mucho más complejo que eso, puesto que el resultado es un juego con personalidad propia que pese a que nos recuerde a algunos de los mejores títulos de la historia, sigue siendo una interesante aventura gráfica point-and-click de pura cepa.
Es posible que sus formas no sean las mejores, dado que cuenta con un desarrollo en el que muchas veces no queda muy claro que es lo que tenemos que hacer para superar el desafío en cuestión, poniendo de manifiesto una falta de claridad. Si bien al final, la importancia de Rauniot no reside tanto en sus mecánicas, sino en las muchas preguntas que plantea a lo largo de la aventura. Una que nos plantea un conjunto de reflexiones acerca de cómo afrontar un escenario en el que una catástrofe natural masiva llevó al extremo a la civilización.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de PC facilitada por PressEngine.