La literatura nos ha dejado algunas enemistades que se han convertido en leyenda: Sherlock Holmes y el profesor James Moriarty, el capitán Ahab y Moby Dick… y por supuesto, el conde Drácula y el cazador de vampiros Van Helsing. Publicada allá por el año 1897 por Bram Stoker, Drácula no es sólo una novela macabra, sino que en ella se dejan plasmados los contradictorios valores puritanos de la época Victoriana, poniendo de manifiesto situaciones violentas y tétricas, pero al mismo tiempo alivia sus conciencias al condenar tales actos y hacer que el bien, la piedad y la castidad triunfen contra el mal.
De la misma manera, la rivalidad entre Drácula y Van Helsing es una parte intrínseca de este escrito, pues el primero no se trata de un vampiro que se enfrenta al experto de lo sobrenatural. También es una batalla amparada en el misticismo y la superstición, contra la luz de la razón; una lucha entre la depravación de la decadente aristocracia, contra los valores de la burguesía. Esta oposición resulta uno de los aspectos más fascinantes de la novela y uno de los ejes sobre el que gira Rogue Lords, un roguelike con combates por turnos y con la premisa más diabólica de todas, ya que encarnamos al Diablo y la personificación de las fuerzas del mal.
De la idealidad del bien y la realidad del mal
Cuando hablamos del mal no podemos evitar referirnos al bien dado que no existe uno sin el otro. Al fin y al cabo, se trata de un término en el que vamos a encontrar una serie de fenómenos personales, sociales e históricos donde aparecen asesinatos, violaciones de toda índole, guerras y todos aquellos actos que se caracterizan por poner en juego la perversidad propia del ser humano. De manera similar, para cada argumento que justifica al menos en parte la existencia del mal, existe la misma posibilidad de que se justifique públicamente la tentación del demonio, la reafirmación de fe en el Diablo.
A este respecto, Rogue Lords moldea la figura de Satanás en pos de ofrecernos una historia que abraza los tropos históricos del género de terror con una capa de humor negro. Porque en el género que nos ocupa es habitual que los seres humanos tengan interacciones con criaturas extraordinarias que son las que reciben toda la atención. De hecho, son las mismas criaturas las que se convierten en protagonistas de la historia, mientras que otras quedan relegadas a un rol mucho más secundario. Empero, el título desarrollado por la gente de Leikir Studio y Cyanide Studio formaría parte del primer grupo.
Si bien, cabe decir que somos inferiores en número (y también en fuerza) mientras planificamos cuidadosamente según la idea de nuestros propios planes de conquista. Por ende, la inevitabilidad de la muerte no debería ser motivo para sorprenderse, ya que es la única certeza que tenemos a lo largo de la aventura y también una de las señas de identidad en cualquier roguelike que se precie. Afortunadamente, hay algo que no tienen los seres humanos y que podemos utilizar a nuestro favor.
El espíritu de manipulación
De un tiempo a esta parte, el género del roguelike ha despuntado como nunca, y a día de hoy es complicado hacerse un hueco en un panorama tan atestado de propuestas. Tanto es así que juegos como The Binding of Isaac, Slay the Spire o Dead Cells han acaparado todos los focos con varios oros y cierta estabilidad dentro del medio desde hace años.
Desde este punto, Rogue Lords sigue una senda muy similar a la de los títulos ya nombrados, una senda que se centra en el desarrollo de combates varios y un mapeado totalmente explorable, pero también aporta sus propias dotes. En este caso, introduciendo la tentación como mecánica jugable. Una definición de la tentación bastante sencilla y sucinta es que se trata de la obra del diablo para arrastrarnos al infierno. En otras palabras, es una prueba de la capacidad de las personas de escoger el bien en lugar del mal y Rogue Lords emplea sus impetuosos vientos para poder cambiar el curso de la historia y usar las reglas del juego a nuestro favor.
Nuestros pensamientos son susceptibles a la influencia externa, incluso en contra de nuestra voluntad. Somos más manipulables de lo que pensamos, de una manera mucho más estrecha de lo que podríamos darnos cuenta y de eso es consciente el Diablo. Y aunque es posible que el juego de marras pueda desbordarnos durante los primeros compases, por la cantidad de elementos que atesora y que hay que tener en cuenta para alzarnos con la victoria en cada encuentro, a tal punto que puede alejarnos de nuestra zona de bienestar, no es menos cierto que los diálogos suscitan el interés suficiente como para seguir.
Parafraseando a Ralph, “Soy un malo, y eso es bueno. Jamás seré bueno y eso no es malo”. Y Rogue Lords nos sirve en bandeja de plata el cetro para que el mal campe a sus anchas.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia de PC facilitada por NACON España.