Hacer un videojuego no debería ser tan difícil. No debería requerir años de trabajo, meses de horas extras y un equipo de cientos de personas para hacer que un punto en una pantalla se mueva y salte para llegar a su meta.
Pero esto no es más que un vistazo rápido a los retos que implica trabajar en el desarrollo de un videojuego. Todos están vagamente conscientes de esos retos. La gente asiente con la cabeza porque cree entender lo difícil que es hacer un juego y, por lo general, después hace un comentario donde critica al juego, como: «Sí, seguro fue muy difícil hacerlo pero esperaba más». En algunas ocasiones, esas expectativas son razonables. ¿Pero cómo es que nosotros, que no trabajamos en ese campo, sabemos qué es lo que los desarrolladores «podrían» o «deberían» haber hecho?
La estructura actual que limita la forma en que los desarrolladores hablan de sus juegos ciertamente inhibe este entendimiento. Y si no, que se lo digan a la gente de Empty Head Games con Saviorless, el “primer” videojuego independiente de Cuba para consolas y PC, coronándose así como una historia de perseverancia con más de 8 años a sus espaldas frente a múltiples obstáculos. Una historia que nos demuestra que el desarrollo de videojuegos no es lineal. Normalmente consiste en «dos pasos hacia delante y uno hacia atrás», en ofrecer un equilibrio entre tratar de crear algo nuevo y emocionante y asegurarse de tener el tiempo y el presupuesto para poder sacar aunque sea una parte de tus mejores ideas.
Es algo que se nota especialmente en el juego que protagoniza estas líneas, Saviorless, que encaja en el género de los plataformas cinematográficos, esas aventuras de desplazamiento lateral con puzles más o menos sencillos, con situaciones vistosas, con momentos de ensayo y error, con el objetivo de maravillarnos con los escenarios que recorremos. En otras palabras, sigue la estela de LIMBO e Inside, de Little Nightmares y del más reciente Planet of Lana. Pero la ópera primera de Empty Head Games destaca entre los muchos juegos de este estilo que se publican por, entre otras cosas, ser una experiencia preciosa, y no solo porque su estilo visual.
Todo tiene su final
Los primeros minutos no tienen desperdicio. Controlando a un muchacho frágil e imprudente que intenta desvelar los secretos de las Islas Sonrientes mientras trata de evitar los terribles peligros que acechan en las siniestras ruinas de los alrededores. Un punto de partida que no es sino un reflejo de las numerosas dificultades por las que ha pasado la desarrolladora antes nombrada. De hecho, uno de los aspectos que más llaman la atención en Saviorless es la lucha por la soberanía del yo y su afán por hablar de la condición humana, dado que se reflexiona acerca de la libertad, la capacidad de elección, la existencia humana y el futuro de la humanidad.
De esa manera, con un ritmo fantástico y una ejecución loable, empieza una aventura en la que recorremos un oscuro mundo de fantasía. Así, avanzamos por tétricas cavernas, ciudades en ruinas y otros lugares preciosos donde se mezclan los momentos de avance contemplativo, secciones de plataformas muy precisas (salientes dónde podemos agarrarnos, cuerdas para trepar y balancearse, bordillos que se rompen repentinamente…), los puzles de entorno (cajas que mover, mecanismos tecnológicos y biológicos que comprender), y el sigilo. Aquí, el niño Antar no tiene manera de defenderse de los horribles peligros que lo acechan, por lo que solo le queda estudiar sus patrones de movimiento y evitar entrar en su cono de visión.
Eso sí, os avisamos que morir es una constante. Un error y estaremos muertos, y si no queremos caer en alguna de las innumerables trampas que nos esperan tendremos que ir varios pasos por delante del propio juego para intuir qué nos va a matar a continuación y actuar en consecuencia en apenas unos segundos. Evidentemente, si tenéis buenos reflejos y estáis atentos, podréis evitarlos, aunque nos ha dejado con la constante sensación de que mientras antes asumamos que vamos a tener que tirar mucho de la técnica de «ensayo y error», mejor nos irá.
Empero, esto no es todo lo que nos ofrece Saviorless a lo largo de sus cuatro horas, puesto que, en varias ocasiones, cambian las tornas para abrazar la acción, tratando siempre de sobrecogernos con enemigos, algo parecido a otros títulos de la misma índole en 2D. Esto es algo que, de primeras, tiene un enorme impacto en los controles. Porque si Antar adolece de un manejo deliberadamente lento y pesado, esta suerte de Salvador que viene a proteger al niño es un personaje bastante ágil y con unas habilidades que nos dan muchísima más movilidad.
La lucha por la soberanía del yo
Al final, Saviorless es una experiencia audiovisual increíble y una historia simple pero emotiva, pero también es un aventura de plataformas cinematográfica divertidísima, sobre todo en su primera mitad, donde las secciones de saltos, las persecuciones, los rompecabezas y los momentos contemplativos se suceden a buen ritmo. Es motivo de aplauso cómo nos hace sentir el mundo del juego, haciéndonos plantear varias preguntas; y por supuesto, con una banda sonora preciosa que transmite calma, asombro, tensión y emoción.
Quizás no sea el título más difícil, original o largo que hayamos jugado este año, pero sí que ha sabido ofrecernos un viaje irrepetible y de los que no olvidaremos fácilmente, motivo más que suficiente como para le deis una más que merecida oportunidad.
Este análisis ha sido desarrollado gracias a una clave digital de PC facilitada por Jesús Fabre PR.