Muchas son las propiedades en las que se han registrado fenómenos paranormales y que llenan las carteras de las principales agencias inmobiliarias del mundo atrayendo a curiosos y adinerados compradores dispuestos a pagar grandes sumas de dinero.
De la misma manera, el cine y la industria del videojuego siempre han tenido cierta predilección hacia todas esas obras protagonizadas por mansiones encantadas. Lugares malditos en los que ha sucedido algo terrible y en los que sus habitantes no pueden vivir en paz, desde Maniac Mansion y Alone in the Dark hasta Luigi ‘s Mansion y Resident Evil. En resumidas cuentas, son edificios que nos ponen los pelos de punta solo con pensar en ellos; y juegos como Sunshine Manor ponen de manifiesto un escenario que nos lleva una y otra vez a espacios comunes que no deja de alterar y remezclar para generar sorpresas, con ciertos sustos al pasar de nuevo por lugares que considerábamos tranquilos.
Un escenario que nos lleva a una mansión repleta de misterios y sorpresas divertidas, y en la que los jugadores adoptan el papel de Ada quien desafortunadamente, y en contra de su voluntad, queda atrapada en el casoplón que porta el nombre del juego que protagoniza estas líneas mientras salía a pedir dulces en pleno Halloween. Y pese a que su único deseo es salir de este infierno de pesadilla, ella está destinada a explorar lo paranormal en pos de conocer el pasado del lugar.
La arquitectura del terror en Sunshine Manor
Los escenarios donde se desarrollan los videojuegos tienen un papel fundamental en las diferentes tramas y en la forma en que el/la protagonista tiene que resolver los rompecabezas. Aunque entre ellos abundan los paisajes naturales y artificiales, que incluso imitan algunos ya existentes, tampoco escasean las casas diseñadas para un fin determinado que se han grabado en nuestras retinas a fuerzas de varias partidas.
Como ocurre en otras tantas obras, los interiores de Sunshine Manor han sido diseñados con todo lujo de detalles y un precioso pixel art, porque entrar en las entrañas de la mansión significa recorrer largos pasillos empapados de telarañas mientras una presencia ominosa está al acecho y esperando. Simplemente podemos sentir cada pequeño crujir de las tablas del piso o cualquier sonido para que saltemos de miedo involuntariamente. Asimismo, las limitaciones del inventario en la búsqueda de objetos y pistas para proseguir la aventura nos obligan en numerosas ocasiones a alargar los viajes entre puntos.
Es como si pasásemos por un conjunto de espacios una y otra vez, con nuestros ojos deambulando a través de las superficies reales, habitando estas arquitecturas con ciertas familiaridad.
El perverso juego del escondite
En otras palabras, los espacios de Sunshine Manor están diseñados con el terror en mente, atravesando la coraza de nuestra racionalidad para ir directo a nuestras emociones atávicas, pero también desde un punto de vista analítico producen demonios: son lugares que, al igual que los fantasmas que nos acosan, están condenados a permanecer como una mera sombra de lo que fueron, manteniendo su aspecto pero perdiendo el control sobre su propio ser.
Por otra parte, la obra de marras nos recuerda dos de las bases de una buena experiencia de miedo: sentirnos solos, insignificantes ante una amenaza mayor, y vulnerables. Y aunque a diferencia de otros títulos, este no ofrece una mecánica bastante recurrente y basada en la misma indefensión de la protagonista, la huida y el escondite, pues podemos repeler los ataques de los seres malignos, hace un uso muy inteligente de la tensión. Infunde temores gracias a la insinuación de una amenaza que, en ese momento, no está ahí. Ese es el verdadero peligro de Sunshine Manor.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de PC facilitada por PressEngine.