Para muchos es sabido que la obra de Howard Phillips Lovecraft significó un aporte crucial para el cambio de paradigma en la literatura de horror y ciencia ficción. Después de todo, el abandono de los conceptos de carácter gótico, y la incorporación de factores relacionados con la ciencia ficción y la filosofía, modificaron estructuras y argumentos arraigados en la narrativa desde la época del medievo. Porque la revolución en el género de la literatura del horror, encabezada por autores como Edgar Allan Poe, fue profundizada por el escritor estadounidense hasta tal punto de generar un estilo propio que trascendió los estratos de la narrativa, presentando una cosmología que ha influenciado en gran parte de los videojuegos, cómics y cine.
Precisamente, The Alien Cube, de Alessandro Guzzo, es un juego cuyas raíces se hunden en la cosmogonía tejida en los Mitos de Cthulhu, dioses oscuros llegados de las estrellas que caminaron una vez por la Tierra, dominando los cielos y los océanos. Un juego en primera persona, una vista subjetiva, centrada en la inmersión, exploración y contemplación, en el que descubrimos terroríficos secretos mientras investigamos la desaparición de nuestro tío y nos enfrentamos a una terrible verdad.
La verdad es aterradora
En este padecimiento que vivimos como jugadores, no hay descubrimientos alentadores, pues la realidad en la que vivimos es una situación pasajera, sólo un segundo en los infinitos milenios del universo. El intelecto humano no fue creado para soportar la verdad, dado que el más breve acercamiento a un destello del cosmos real arroja a nuestro intrépido protagonista, Arthur, a la locura más radical.
Atormentado por visiones de pesadilla, The Alien Cube no sólo reconoce la ridiculez del intelecto humano sino que, con un deje irónico, asegura que la limitación del intelecto es la causa fundamental de la supervivencia humana. Este hecho, junto a otros interrogantes existenciales, es una incomodidad que espolea el juego que nos ocupa hasta transformarlo en una sensación de desamparo que tiñe todo el desarrollo. Dicho de otra manera, asegura que la verdad es espantosa, y parafraseando a H.P. Lovecraft, que lo que nos rodea es un cosmos ciego que destruye sin motivo alguno de la nada hacia algo de regreso a la nada otra vez.
El descenso a la locura
Más allá del temor de descubrirnos efímeros, diminutos y limitados, The Alien Cube nos golpea por medio de un desarrollo como la del llamado walking simulator, que consiste en la centralización del acto de caminar y, al mismo tiempo, en la debilitación de elementos de orden lúdico. Debido a su voluntad rupturista en un terreno híbrido y oscilante, Alessandro Guzzo usa la interacción moviéndonos por los escenarios, manipulando objetos con el fin de resolver pequeños rompecabezas y, de esta forma, avanzar con la historia o bien hasta otra zona del mapa.
A nuestro paso, encontramos situaciones ópticas y sonoras puras que ponen en contacto directo el presente con las capas del pasado. Eventos terroríficos, trágicos y a menudo apocalípticos, se encadenan ante nuestros ojos y no nos permiten reaccionar a ello.
Por otra parte, el terror y los monstruos suelen ser con enorme frecuencia, el reflejo más claro del consciente individual y colectivo. Si bien, The Alien Cube nos obliga a tomar conciencia de lo que supone tener la sensación de que uno está perdiendo el control sobre sí mismo. Sentir que quien domina nuestra vida es el miedo y que el propio cuerpo está atenazado por mil sensaciones diferentes, aterra e inmoviliza. Este tipo de miedo acompaña a Arthur durante toda la aventura, y provocado por un aumento de la adrenalina, intensifica esa sensación, la de estar perdiendo la razón.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de PC facilitada por Jaleo PR.