El terror que se aprovecha de escenarios y situaciones reales, alejadas dentro de lo posible de factores sobrenaturales externos, es cada vez más frecuente en la producción cultural de los últimos años, aún teniendo en cuenta su variada procedencia. En los últimos años hemos visto cómo el cine, especialmente la parte más «independiente» de Hollywood, dejaba de lado el slasher de moda en los 80 y 90 para representar una serie de temas mucho más relevantes y profundos, acompañándolos de sustos menos ordinarios que los vistos hasta el momento y una sensación constante de desasosiego.
Una tendencia iniciada a principios del siglo XXI por el cine oriental, quien aprovechó las ventajas de la globalización para trasladar su mezcla de folklore y sobresaltos a otras audiencias capaces de identificar elementos comunes dentro de estas obras pese a partir de una tradición completamente distinta.
No por peculiar deja de tener sentido. Pongamos un ejemplo rápido y habitual dentro del género: los fantasmas, aunque con un acercamiento distinto, también forman parte de la ficción occidental y del grupo de los monstruos desde hace siglos. Lo interesante dentro de estas obras, y aquí me refiero casi en exclusiva a una producción oriental capaz de mostrar una mayor profundidad a la par que un mayor lirismo, es analizar qué representan, ya que pueden ser desde encarnaciones de actos cometidos en el pasado hasta manifestaciones indirectas de una situación terrible que se está dando en el presente, dentro de la supuesta seguridad de un hogar.
Al fin de al cabo qué son los fantasmas sino seres que buscan generar con sus acciones -buenas o perversas- un cambio en el mundo de los vivos, ya sea para ellos mismos o para otros; y qué son estas manifestaciones sobrenaturales sino otra forma de recordarnos que los hechos del pasado, que creíamos superados y olvidados, marcan las pautas de nuestro presente y nuestro futuro.
Los gritos del silencio
De esto va The Bridge Curse 2: The Extrication, secuela de The Bridge Curse: Road to Salvation, una aventura de terror psicológico que consigue traspasar las barreras del miedo superficial para ir a donde más duele, directo a tu cabeza, no ya tanto por su lúgubre ambientación, inquietante banda sonora o los terribles espíritus que te atormentan de principio a fin, que por supuesto, sino más bien, por la historia que narra; por ese desolador viaje a los infiernos en el que te embarca.
Dicho de otra manera. Sin ser una de esas aventuras de terror que te hacen pegar saltos en la silla o gritar como loco, The Bridge Curse 2: The Extrication tiene la capacidad de meterte el miedo en el cuerpo; consigue inquietar de tal modo que, una y otra vez, te verás echando la vista atrás no sea que alguien amenace tu vida en la vida real.
terror, aun cuando es visceral y muy gráfico, te afecta de otra manera; te inquieta el alma, te asusta más por lo que cuenta que por lo que ves, por lo que intuyes más que por lo que realmente sabes, y al final, crea tal halo de misterio a su alrededor, es tan retorcidamente siniestro en lo argumental, que es difícil resistirse; ¡te atrapa sin remedio! Y no sin razón.
La imaginería opresiva que plaga los distintos decorados hace del estético uno de los aspectos más trabajados del videojuego, algo que se combina a la perfección con un marcado componente poético. Paredes con ojos, relojes sangrantes o siniestros títeres se combinan con precisión con pasajes líricos. Y es que la de The Bridge Curse 2: The Extrication es en el fondo una historia de emociones individuales como el sufrimiento, la depresión o la melancolía que se combinan con motivos como las libertades individuales, la lealtad, la violencia de género o el suicidio, entre otros.
No es lo único a tener en cuenta. Pese a lo manido del asunto, The Bridge Curse 2: The Extrication opta por la primera persona, en una decisión correcta en cuanto a ejecución, sobre todo por su potente apartado técnico, que le condena también a no diferenciarse con holgura de otras propuestas parecidas.
Y es medianamente injusto, ya que aún empleando tópicos más que sobados del cine, la literatura o los videojuegos -la clásica muñeca malrollera, los sustos baratos al doblar una esquina o las paredes pintadas con mensajes inquietantes- al menos se molesta en darles sustancia, con un significado más profundo que solamente el de querer que saltemos en nuestra silla o que nos asustemos cuando nos llaman al teléfono durante la partida.
No respires
Con todo esto, la obra de SOFTSTAR merece ser considerada como un triunfo de la idea frente a la forma. Pocos juegos en los últimos años saben crear el nivel de tensión de sus primeros compases, y pocos lo hacen como complemento a una historia que habla de cosas importantes, de las que dejan poso y nos afectan no solo a los nervios sino también a nosotros, así como a nuestra experiencia como personas.
The Bridge Curse 2: The Extrication transita lugares conocidos, aparentemente resguardados, y los manipula lo justo para que esos pequeños cambios se sientan incómodos. Que esto último suceda también en lo que se refiere a su presentación es una ironía cruel; pero de esas, como nos descubre su historia detrás de fantasmas y apariciones, está llena la vida.
Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de Xbox Series X facilitada por PressEngine.