Los videojuegos son un ejemplo de cultura, de innovación técnica y tecnológica. Es un arte y a la vez una ciencia, un producto que se nutre directamente de los avances de la tecnología. Es así como deducimos que si la historia sigue el curso que hasta ahora, no dejaremos de avanzar con ellos.
Tomb Raider es un ejemplo de evolución técnica y tecnológica. Es ejemplo de la evolución de los jugadores de videojuegos y a su vez ejemplo del crecimiento y decrecimiento de esta industria. Aportando valores como la inteligencia, el poder de la tenacidad, y la capacidad de oponerse a las adversidades Tomb Raider ha sabido calar hondo en sus jugadores. Ha sido un personaje protagonista de movimientos feministas de los 90, criticado por sus poses en bikini y por los dichosos fan art que hicieron de Lara un sex simbol denostado. Un poder de atracción que se convirtió en un arma de doble filo.
La saga Tomb Raider intentó despegarse de la monotonía de personajes masculinos como protagonistas de videojuegos. Lara Croft ha llegado a convertirse en una de las heroínas más reconocidas mundialmente dentro y fuera de este ámbito. Lara empezó este camino junto a otras predecesoras tan importantes como Samus Aran, sus historias cambiaron el paisaje del videojuego para siempre. Un buen marketing estratégico convirtió la historia de la joven Croft en un icono de la cultura transmedia. La historia de Lara es una historia de reinvención, de cómo prosperó una franquicia millonaria que ha vendido más de 45 millones de juegos por todo el mundo inspirando a multitud de generaciones.
Tanto es así que Tomb Raider I-III Remastered puede servir como ejemplo para ilustrar una cara de esta industria, brindando por primera vez una experiencia completa con todas las expansiones y niveles secretos pero en nuevas plataformas, la colección definitiva.
La arqueología y el estudio del pasado
Se suele decir, y no sin razón, que los recuerdos pueden ser muy engañosos. Cuando una experiencia nos causa un gran impacto y nos deja una huella imborrable por el motivo que sea, nuestra memoria tiende a idealizarla y a recordarla mejor de lo que realmente fue, algo que se intensifica con aquellas cosas que marcaron nuestra infancia y juventud. Por ello, la nostalgia es un arma muy peligrosa que puede derivar en que nos llevemos una desilusión al reencontrarnos con aquellos libros, películas, series y videojuegos del pasado que tanto nos hicieron disfrutar en su día. No porque sean malos productos, sino por cómo los recordamos.
Este es precisamente el gran desafío al que se tienen que enfrentar las remasterizaciones de aquellas obras clásicas e intocables que todos tenemos en un pedestal: el de traerlas de vuelta con una nueva versión que esté a la altura de las vivencias que perduran en nuestra memoria para que nos hagan sentir, una vez más, la misma magia.
Hasta la fecha, muy pocos productos de este tipo han conseguido ese objetivo, motivo por el que nos ha resultado inevitable quedarnos con la boca completamente abierta al echarle el guante a Tomb Raider I-III Remastered, todo un ejemplo de buen hacer que vuelve a poner en boca de todos no solo una trilogía maestra inmortal y completamente ajena al paso del tiempo capaz de rivalizar con los recuerdos más magnificados sin necesidad de revisiones de ningún tipo, sino también una de las mejores trilogías de toda la historia del medio.
La exploración como supervivencia
De este modo, Tomb Raider I-III Remastered nos ofrece la oportunidad de revivir las mismas aventuras que ya nos maravillaron allá por la década de los 90 con todas sus virtudes intactas. Así pues, volveremos a encarnar a Lara Croft en una serie de aventuras de acción y plataformas 3D en tercera persona en la que deberemos explorar toda clase de escenarios con muchos misterios en su haber.
Es una experiencia que resulta muy difícil hacer justicia solo con palabras, ya que todo lo que hace lo hace de manera impecable y con un nivel de maestría que sigue dejando en evidencia a la inmensa mayoría de producciones actuales: desarrollo, diseño de niveles, ambientación, precisión de los controles, mecánicas de juego, enemigos… Como decimos, todo esto sigue muy vigente y no ha perdido ni un solo ápice de su capacidad para divertirnos y enamorarnos.
Asimismo, se trata de una remasterización muy artesanal y con un nivel de detalle enfermizo incluso en aspectos que pasan desapercibidos a simple vista, testimonio del mimo y cariño que puso Core Design en su día a la hora de interactuar con las tres dimensiones de la mejor manera posible, algo para lo que se tuvieron que llevar a cabo ideas muy inteligentes e incluso revolucionarias.
Sea como fuere, más allá de las mejoras técnicas, nos ha alegrado comprobar que se han incluido dos esquemas de control diferentes. Por un lado, tenemos tanto el sistema clásico de la primera PlayStation, a los cuales tenemos que sumar uno nuevo mucho más moderno, logrando que el movimiento sea más rápido y ofreciendo más libertad con la cámara utilizando el ratón o la palanca derecha del mando.
Una excelente restauración
Al final, Tomb Raider fue, es y seguirá siendo una obra maestra imprescindible que todo el mundo con un mínimo de interés y pasión por este hobby debería jugar al menos una vez en su vida, algo que esta nueva versión vuelve a reivindicar con más fuerza que nunca gracias a un lavado de cara gráfico espectacular y a sus múltiples opciones de control. Sin duda, Tomb Raider I-III Remastered es una de las mejores remasterizaciones que jamás se han hecho y todo un ejemplo a seguir.
Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Sandbox Strategies.