Héroes hay muchos, desde los reales como el Cid a los basados en simples leyendas o los que forman parte de la imaginación de algún creador, como bien podría ser el caso de Indiana Jones. Todos ellos tienen en común un innato sentido del deber, la voluntad inquebrantable de cumplir su cometido y la necesidad de realizar una tarea que acaba yendo más allá de sus objetivos iniciales.
Esto es así incluso en el mundo del cine, donde hemos visto desde héroes de libro, con su espada, escudo y recta moral, a pillastres que se acaban convirtiendo en reyes. Por supuesto, los videojuegos tampoco escapan a esta tónica y, por tanto, hemos tenido la oportunidad de encarnar a todo el rango de salvadores de la humanidad y las causas perdidas posibles. Mario, Sonic, Nathan Drake, Jefe Maestro… Todos ellos grandes personalidades que han conseguido calar hondo en las mentes de una generación de jugadores. Y todos ellos, hombres -o machos, ya que a un erizo como Sonic no se le puede catalogar como humano-. Pero también hay mujeres que se han elevado a este rango -y cada vez más-, la primera de ellas, nacida virtualmente en 1996, y por eso quizás la más relevante, Lara Croft.
Nos referimos a la protagonista de la franquicia Tomb Raider, una serie de juegos iniciada en 1996 a cargo de Core Design. Se tratan todas ellas de aventuras de acción en tercera persona en las que la exploración y la resolución de puzles tienen casi tanta importancia como la acción y los enfrentamientos con enemigos. Sus tramas mezclan la mitología con la ciencia ficción y consiguen situar al jugador en la piel de una arqueóloga en busca de reliquias de tiempos pasados como ningún otro juego antes.
Al final, la historia de Lara es una historia de reinvención, de cómo prosperó una franquicia millonaria que ha vendido más de 45 millones de juegos por todo el mundo inspirando a multitud de generaciones.
Y de la misma manera que Tomb Raider I-III Remastered nos ofreció la oportunidad de revivir las mismas aventuras que ya nos maravillaron allá por la década de los 90 con todas sus virtudes intactas, ahora podremos hacer lo propio con Tomb Raider IV-VI Remastered. A este respecto, mediante una serie de experiencias que aunque no poseen la misma brillantez que el pasado recopilatorio (sobre todo por el divisivo Tomb Raider: El ángel de la oscuridad), también nos ofrecen algunos de los mejores momentos de una saga legendaria.
Un punto de inflexión crítico
Se suele decir, y no sin razón, que los recuerdos pueden ser muy engañosos. Cuando una experiencia nos causa un gran impacto y nos deja una huella imborrable por el motivo que sea, nuestra memoria tiende a idealizarla y a recordarla mejor de lo que realmente fue, algo que se intensifica con aquellas cosas que marcaron nuestra infancia y juventud. Por ello, la nostalgia es un arma muy peligrosa que puede derivar en que nos llevemos una desilusión al reencontrarnos con aquellos libros, películas, series y videojuegos del pasado que tanto nos hicieron disfrutar en su día. No porque sean malos productos, sino por cómo los recordamos.
Este es precisamente el gran desafío al que se tienen que enfrentar las remasterizaciones de aquellas obras clásicas e intocables que todos tenemos en un pedestal: el de traerlas de vuelta con una nueva versión que esté a la altura de las vivencias que perduran en nuestra memoria para que nos hagan sentir, una vez más, la misma magia.
Hasta la fecha, muy pocos productos de este tipo han conseguido ese objetivo, motivo por el que nos ha resultado inevitable quedarnos con la boca completamente abierta al echarle el guante a Tomb Raider IV-VI Remastered, aun cuando la pasada trilogía ya hizo lo propio, ofreciendo nuevamente un trabajo sensacional, que mantiene intacta la esencia a la vez que los adapta a una estética más actual. Una remasterización más que recomendable para los fans de la saga (quienes encontrarán aquí alguna que otra sorpresa) o para quienes quieran explorar una época muy interesante de la industria, lejos de mapas, iconos y líneas amarillas.
Asimismo, se han implementado algunos ajustes jugables para mejorar la experiencia, como un sistema de movimiento más actual y la posibilidad de mover la cámara.
Una excelente restauración
En la industria musical y cinematográfica, y ya no hablemos de la literaria, la remasterización es algo común, aunque quizá no tenga ese nombre y se las denomine como reediciones o ediciones Deluxe, por nombrar algunos. Y son tan comunes como necesarias. Probablemente muchos clásicos de las letras, como Baudelaire, Dostoievski o nuestro Cervantes no serían conocidos hoy día si no hubiera habido una editorial preocupada en volver a lanzar el mismo libro, quizá con una portada un poco distinta, a la venta.
La industria y la cultura del videojuego necesita a este respecto madurar, crecer, hacerse más vieja y responsable, tanto por parte de las compañías como de los desarrolladores y los jugadores. Las remasterizaciones son una herramienta útil para muchos jugadores ahora, y sobre todo, para muchos jugadores que vendrán.
Y el recopilatorio que nos ocupa es una experiencia que resulta muy difícil hacer justicia solo con palabras, ya que todo lo que hace lo hace de manera impecable y con un nivel de maestría que sigue dejando en evidencia a la inmensa mayoría de producciones actuales: desarrollo, diseño de niveles, ambientación, precisión de los controles, mecánicas de juego, enemigos… Como decimos, todo esto sigue muy vigente y no ha perdido ni un solo ápice de su capacidad para divertirnos y enamorarnos.
Al final, Tomb Raider fue, es y seguirá siendo una obra maestra imprescindible que todo el mundo con un mínimo de interés y pasión por este hobby debería jugar al menos una vez en su vida, algo que este Tomb Raider IV-VI Remastered vuelve a reivindicar con más fuerza que nunca gracias a un lavado de cara gráfico espectacular y a sus múltiples opciones de control.
Este análisis ha sido realizado gracias a una clave digital de PC facilitada por Sandbox Strategies.