Las reglas guían nuestra manera de comportarnos en el mundo, indicando lo que se supone es el mejor camino, ya sea para nosotros mismos o para la convivencia con los demás. Es cierto que las normas muchas veces ayudan a que el mundo funcione mejor e incluso a salvarnos de ciertos peligros, pero también es verdad que en ocasiones nos las podemos tomar tan en serio, que, por su exigencia elevada, se transforman en una especie de tortura.
Por lo tanto, romper ciertas reglas a veces está bien. Es divertido, fresco e incluso nos hace evolucionar como personas. Y juegos como Triple Take nos animan a actuar como nos nace y no como el dictado trata de imponer. Por ejemplo, atreviéndose a romper esa cuarta pared inquebrantable, interactuando con el jugador de tú a tú, hasta tal punto que no somos más que un ventrílocuo en pantalla. Es un recurso que no es fácil de usar para cualquier desarrollador que se precie porque rompe la suspensión de la realidad en la que se sumerge el jugador cuando se pone a los mandos y, si no lo usas de forma adecuada, puede sentirse engañado y dejar de jugar.
Pero la gente de FlyAway consigue salir airosa dotando de conciencia a los personajes de su propio carácter ficcional con diálogos crípticos.
Tres veces y basta
Si bien, Triple Take es mucho más que el atractivo de lo meta y la ruptura de la cuarta pared. Tanto es así que ofrece un desafío plataformero duro como el acero, exigiendo precisión milimétrica con cada salto que llevemos a cabo. Un desafío que destaca por su concepto: repetir el mismo escenario tres veces, eliminando elementos y poniendo otros nuevos, y que nos pondrá contra las cuerdas, pero nunca de manera injusta.
Después de todo, el sistema de control, elemento esencial para poder superar las fases, es muy sencillo, ya que tan solo disponemos de un botón de salto, que reconoce entre varios niveles de altura en función de si presionamos más o menos tiempo, otro para avanzar y opciones como poder “ascender” por las paredes saltando. Todas estas herramientas se nos dan nada más comenzar la aventura y con ellas superamos los breves niveles, que se pueden superar en 30 segundos de media, si bien su dificultad siempre va a más.
Igual que en Super Meat Boy, sus controles están diseñados para que respondan a la perfección y sea el jugador, y no el juego, el responsable de sus fallos. Y la muerte no dura más de lo necesario: nuestro personaje estalla en el acto y vuelve al principio del nivel, sin grandes fanfarrias ni una pantalla de “GAME OVER”. Vuelve a intentarlo. Otra vez. Y otra. Y otra. Porque Triple Take no quiere frustrar al jugador; no quiere que se rinda.
Nunca te rindas al estímulo del desafío
Nuestro avatar no lo haría ¿por qué tú ibas a ser distinto? Cuando parece que todo está perdido y un nivel puede con la paciencia del respetable, de pronto los planetas se alinean y consigue completarlo mágicamente gracias a la memoria muscular y a una precisión sobrehumana. Entonces llega el siguiente nivel y se repite el ciclo. Y cuando superas un desafío en Triple Take, te sientes bien. El nivel de dominio que exige el juego acaba recompensando al jugador y le invita a seguir adelante, diciéndole que todo es posible.
Estas son lecciones de vida que los héroes tradicionales han intentado enseñar desde hace décadas a los jugadores y la aventura que protagoniza estas líneas quiere recibir esa antorcha para portarla con orgullo.
Es una revisión moderna de algunos de los grandes clásicos de nuestro medio y, sin destronar a dichos mentores, les rinde tributo sin copiar de forma descarada ni dejar de ser un título carismático.
Este análisis ha sido realizado gracias a una copia digital de PC facilitada por PressEngine.