Pocas situaciones de la realidad social se han escapado a la mirada de los videojuegos, tampoco lo ha hecho la cárcel, con todos y cada uno de sus tópicos y arquetipos.
El género en cuestión, que podemos calificar de “carcelario”, está compuesto por un buen número de propuestas que versan sobre la temática de las prisiones, porque siendo, como es, la cárcel una de las consecuencias de la actividad criminal, dada la importancia de esta temática en el argumentarlo de la ficción que nos ocupa, es normal, que desde la detención del delincuente, pasando por su enjuiciamiento, hasta la ejecución de la sentencia, salga a relucir el tema de la cárcel en algún momento.
Sin embargo, para hacer una correcta conceptuación del que podemos calificar, como género “carcelario” es preciso distinguir entre aquellas propuestas videolúdicas que, teniendo una temática específica, normalmente de tipo criminal, han utilizado la cárcel, puntualmente, como un “mero decorado” en determinadas secuencias, por ejemplo: sobre la temática del error judicial, sobre la temática de la pena de muerte y sobre la temática de los barrios difíciles. Partiendo de la premisa de conceptuar como género propiamente de “carcelario” solamente aquellos videojuegos que reflejan la vida en el entorno carcelario, podemos decir que este género ha mostrado la cárcel en todo tipo de situaciones y estilos.
Videojuegos como Back to the Dawn, una peculiar aventura de rol en el que nos pondremos en la piel de un reportero que ha sido injustamente encarcelado en una prisión de máxima seguridad. Una aventura que pone a prueba nuestro ingenio, astucia y determinación, sumergiéndonos en un mundo de intriga y peligro mientras luchamos por nuestra libertad y descubrimos un siniestro complot.
El mundo a través de sus cárceles
De la misma manera, Back to the Dawn refleja, por medio de un precioso píxel-art, el submundo carcelario, como un mundo violento, represivo, inhóspito, inseguro y tremendamente anárquico, donde los principios básicos como son la vida, la integridad física, la integridad moral, la seguridad, la intimidad y la propiedad, entre otros muchos, son abiertamente amenazados, violados y excluidos, por delincuentes que se encuentran arropados entre sí, compartiendo valores, creencias y patrones de actuación similares, todo lo cual provoca un ambiente donde el delito es justificable, aceptable y legítimo, eliminando de este modo cualquier sentimiento de culpa “aquí todos somos inocentes”.
Todo ello se ve favorecido por la sumisión a través de la inquebrantable “ley del silencio” que gobierna la vida en la cárcel, en donde el más fuerte tiende, inevitablemente, a abusar del más débil. Todos estos antivalores están interconectados con la idea de la supervivencia en la prisión, que dentro de las rejas crea héroes y fuera de ellas los destroza. Antivalores que se ven reflejados a través de varias mecánicas jugables, que van desde la posibilidad de conocer a un variado elenco de reclusos, cada uno con su propia historia, aprender de ellos y decidir si quieres ayudarles o no hasta poder aliarnos con bandas, para bien o para mal.
De este modo, el hecho de que el jugador intervenga e interactúe, se convierte en un requisito indispensable respecto al cual existe un férreo consenso. Después de todo, aunque Back to the Dawn nos sumerge en un drama donde convergen las aventuras y las series de televisión, este se basa en la repetición una y otra vez de unas acciones conocidas, asumiendo nuestras decisiones con el fin de llegar al desenlace de una historia.
Repetición y frecuencia en el tiempo es la base del uso y disfrute de los videojuegos; en definitiva, el título que protagoniza estas líneas es una experiencia videolúdica, independientemente de que adquiera unas formas estructurales que lo acerquen a otros medios igualmente seriales, como la ficción televisiva.
Back to the Dawn: La sociedad es una jungla sin reglas
Por lo demás, este Back to the Dawn es una obra crítica que aboga por combatir la crueldad de las penas y lograr el trato humanitario de los reclusos, lo cual no sólo es un ideal que pretende la ficción, sino que es también una exigencia real de la historia penitenciaria de los modernos Estados de derecho, que es algo por lo que se ha luchado en la sociedad desde el nacimiento de la pena privativa de libertad como castigo autónomo, allá por finales del siglo XVIII.
Estas impresiones han sido realizadas gracias a una clave digital de PC facilitada por PR Outreach.