Hay videojuegos que tienen una buena acogida, videojuegos que dejan una huella imborrable, que son recordados a través del tiempo; y luego están los videojuegos que se convierten en leyenda. Muy pocos logran esta suerte de status, y podría decirse que ni siquiera el propio videojuego es el único factor necesario para que eso se cumpla, también es muy importante llegar en el momento preciso. Si tuviésemos que hacer una lista con los mejores videojuegos de la historia, seguramente no todos haríamos la misma selección, pero hay uno en especial que seguro estaría entre los que más veces se repetirían.
Tal es el caso de Dark Souls, que se ha convertido en algo más grande que el propio juego: ha trascendido. Y eso no es algo que se traduzca en las mejores ventas del mundo, que es otra forma de reconocimiento, sino que se postula como la forma de crear a la que más desean parecerse todos, pues su impronta se extiende como solamente logran hacerlo los más grandes. Tanto es así que medir el impacto de Dark Souls como entrega y como franquicia es prácticamente imposible. Su ADN se ha filtrado y fusionado tantísimo con los desarrollos lanzados en los años posteriores que a veces hasta encontramos parecidos donde no los hay.
Bajo ese marco, Elden Ring siempre ha estado destinado a ser especial, ya que representa la culminación de una década de perfeccionamiento y mejoras. Una obra que recoge absolutamente los beneficios de los errores y el éxito de los títulos anteriores de FromSoftware. Es una clase magistral de diseño de juegos, diseño de niveles, construcción de mundo, equilibrio, jugabilidad y exploración. Una obra que ha propiciado la realización de ensayos como Los secretos de las Tierras Intermedias: Más allá de «Elden Ring», algo más que una guía de viaje en la que podemos encontrar todo el lore de la obra de Hidetaka Miyazaki.
Un viaje extraordinario a lugares inexplorados
Todo videojuego que se precie tiene en su haber un protagonista claro, un elemento central en torno al que actúan una serie de actores secundarios de todo tipo. Por lo general, poco importa lo que ocurra con esos actores secundarios en comparación con lo que atañe al actor principal. Son meras herramientas que construyen las vivencias importantes, las del protagonista. Su importancia reside en el efecto que tienen sobre la estrella de la función, y no en ellos mismos. Por supuesto, esta representación, como cualquier otra, necesita de un espacio donde desarrollarse, un escenario.
Normalmente, este escenario responde a la definición literal de la palabra. Suele ser un espacio físico, acompañado de un marco temporal, donde se desarrolla la acción. Sin embargo, hay ocasiones en las que el guion de la historia rompe estas estructuras y el escenario desempeña el papel protagonista.
Elden Ring o la saga Dark Souls son ejemplos de este cambio de guion. Esto no significa que nuestro personaje sea irrelevante, ni mucho menos, pero su papel desciende unos cuantos peldaños en la escala de importancia, en beneficio del mundo y su historia. En la obra que protagoniza estas líneas, se nos presenta a nuestro personaje como un SinLuz para reclamar el poder del Círculo de Elden. Sin embargo, no tardamos en encontrarnos un con un PNJ que destroza nuestras aspiraciones con una simple frase. Nos deja claro que no somos el primer elegido, ni muchos menos. Solo somos uno más de tantos que han fracasado.
Si pensamos en el aspecto y la situación inicial de nuestro personaje no es difícil imaginar que más que de un héroe elegido se trata de un ser atormentado y desgraciado.
Probablemente, esa curiosidad por el mundo que consigue transmitirnos el título de Hidetaka Miyazaki se deba a la manera en que se presenta el mundo y su lore, a la manera en la que ambos se han construido y entrelazado. A pesar de que nada más empezar nos muestran una secuencia para contarnos brevemente la historia de las Tierras Intermedias, en este título hay algo diferente en lo referente a la narrativa. No es la típica presentación de un videojuego que nos muestra lo que va mal y que hacer para solucionarlo.
Es simplemente un aperitivo morboso que nos despierta la curiosidad por la historia que vamos a vivir, un entrante que nos plantea un mar de dudas y que puede llegar a abrumarnos, pinceladas que apenas sirven para situarnos vagamente en medio de una trama llena de ramificaciones y detalles.
Al final, es una obra hecha para ser interpretada. Tanto es así que el juego de marras está lleno de ambigüedades y preguntas que exigen del jugador un ejercicio mental que lo obliga a pensar a medida que avanza, al mismo tiempo que debe rellenar huecos que no quedan del todo claros e improvisar historias, favoreciendo así la creación de diferentes teorías que enriquecen el mundo de marras.
Elden Ring, una aventura hacia lo peligroso y lo desconocido
Por suerte, Los secretos de las Tierras Intermedias: Más allá de «Elden Ring” facilita esta suerte de proceso, al mismo tiempo que nos invita a desarrollar nuevas ideas a partir de la experiencia personal, la intuición, conocimientos y teorías previas que podamos desarrollar mientras estamos a los mandos. Es lo más parecido a una lectura en la que todo es posible, pues te sumerges en sus páginas, y entra un viajero y sale otro mucho más preparado.
De la misma manera, gran parte del ensayo que nos ocupa se dedica a hablar sobre las consecuencias de la ambición, de cómo esa misma desesperación por llegar al siguiente escalón en la rama evolutiva no sólo divide a toda una región, sino que acaba llevándola a la ruina. La idea de las historias de Hidetaka Miyazaki en esencia son: seres enfrentados a la consecuencia de su ambición, de querer ser dioses, cuando en lovecraftiana forma, los dioses son tan divinos e inalcanzables, que ni siquiera reparan que los humanos existen. O son criaturas inenarrables, sin función práctica: caracoles, mantarrayas; horror cósmico, ciclos interminables de auges y decadencias.
Y propuestas como Elden Ring hablan sobre cómo cuando el ser humano se enfrenta al infinito, es el infinito quien sale ganando. Como dicen, no somos nadie. Quizá no debamos intentar ser algo; nuestra fragilidad e ignorancia significa que acabaremos sufriendo a manos de aquello que intentamos conseguir.
Esta reseña ha sido realizada gracias a un ejemplar físico facilitado por Adrián Suarez Mauriño.