Desde tiempos inmemoriales se han leído, estudiado y contado historias acerca de personajes nacidos en la literatura épica, autores de gestas importantes, vestidos con atuendos magistrales. Son llamados héroes. Aun así, los tiempos han cambiado. Y aquel Ulises, aquel Cid, o bien el propio Superman han dejado de ser aclamados y alabados por el público, pasando, por ende, a un segundo plano. El héroe, en su sentido más clásico, a pesar de no haber provocado ningún tipo de rechazo en la audiencia, en la actualidad ya no genera el mismo fervor de antaño.
La cuestión, entonces, es ¿y quién ocupa, en estos momentos, el primer lugar en el podio? Para poder contestar a esta pregunta basta con acudir a cualquiera de los listados en los que se encuentren las producciones más aclamadas por la crítica en las últimas décadas, pues todas ellas están plagadas de personajes como Big Boss, Joel, John Marston o Kratos. Es decir, personajes grises, aparatosos, marginales, moralmente enmarañados e inestables. A veces, incluso, tiranos, hijos de la ambigüedad. A fin de cuentas, antihéroes.
La evolución del antihéroe ha reflejado los cambios en la sociedad y la forma en que se percibe la moralidad y el heroísmo. Su creciente popularidad ha sugerido ensayos como El viaje del antihéroe en el videojuego, escrito por Alfonso Freire Sánchez, el cual nos propone una exploración de algunos de los personajes más icónicos y enigmáticos de la industria del videojuego, explorando así las luces y sombras de un elenco formado por algunos de los personajes anteriormente mencionados.
No todo lo que corrompe es la oscuridad
A través de sus páginas, el libro que nos ocupa pone de manifiesto este nuevo cariz narrando que todo se debe a un desbarajuste actual entre la frontera del bien y del mal. Tras una larga tradición ficcional en la que el villano queda centrifugado y relegado a enaltecer la virtud del héroe, actualmente se asiste a una reivindicación de lo defectuoso, de lo moralmente deleznable; en definitiva, a un grito a favor de lo humano y lo terrenal, en el sentido desmitificador que aporta el antiheroísmo.
En la búsqueda de la sociedad hacia un reflejo ficticio de ella misma, esta se enfrenta a un arquetipo de divergentes morales humanos, que a menudo encarnan los defectos que siempre se han querido esconder y con los que, curiosamente, logra identificarse. Será la empatía, junto a la fuerza de atracción que amara de él, lo que promulgará que tal vez ahora en la vida ya no se trate de ganar luchas contra monstruos, sino más bien de sobrevivir entre ellos.
En resumidas cuentas. Bastante pertinente al mundo que vivimos, cada vez más desarrollado en diferentes capas y perspectivas distintas. La democratización de voces en la era del Internet, por ejemplo, es un fenómeno que trajo las minucias de los discursos, las particularidades de puntos de vista y la amplificación de post-verdades. Nada es simple y ahora todos, lo real, tienen su derecho al centro de atención- así como varios de los personajes que se exhiben en El viaje del antihéroe en el videojuego.
La moral del antihéroe
Personajes como Joel Miller, que al igual que el grueso de los personajes principales de The Last of Us, está marcado por su pasado. A la muerte de su hija se sumaron una serie de decisiones y situaciones que lo transformaron. En un contexto de vida o muerte, Joel se adapta de forma pragmática en la mayoría de los casos, apartando la ética y la moral en varios de ellos. Sin embargo, ocurre algo que cambia la lógica: su relación con Ellie Williams, pues a medida que la aventura se va desarrollando, también lo hace su conexión con Ellie, dejando de ser algo burocrático, una responsabilidad más. Se vuelve en un vínculo que le permite redimir parte de su pasado. ¿Esto justifica su conducta?
El personaje de Big Boss también tiene cabida en el libro que protagoniza estas líneas. Pintado como un mercenario implacable, conocimos al personaje de marras en un primer momento como el enemigo a batir en Metal Gear (1980), alguien para el que el fin siempre justifica los medios. Sin embargo, que mezcla de sensaciones cuando en Snake Eater nos vimos a los mandos de un joven e inexperto “John”, conscientes de que en algún momento se acabaría convirtiendo en el legendario “Big Boss”.
El descenso del héroe, la transformación al villano, al diablo. Muchos esperaban una motivación épica para este cambio final, una gota que colmase el vaso lleno de drama y genialidad. Algo con lo que empatizar y justificar al que se había convertido en uno de sus personajes favoritos, porque cuando nos gusta un personaje que no es el “bueno” de la historia tendemos a buscar motivos que le den la razón . No fue inmediato, se trata de la consecuencia de montones de golpes, de decepciones, caminos truncados, pérdidas… Big Boss no llega a ser quien es de manera épica, sino que lo hace de forma cobarde, dejando que un fiel camarada pague sus deudas de sangre por él, que se exponga y se ponga en peligro por él… sin pedirlo, sin ofrecerse a ello. Un hombre frío y egoísta.
Por qué los antihéroes son la versión realista de los héroes que queríamos ser
Al final, lo que nos intenta explicar Alfonso Freire Sánchez a través de los diferentes personajes que componen El viaje del antihéroe en el videojuego, es que el antihéroe es alguien desconocido, un arquetipo demasiado incierto y plural como para ser definido con unos esquemas exactos e inamovibles. Porque si el propósito del héroe era proyectar la perfección hacia el público, el del antihéroe es accionar una visión decadente del mundo para remover la conciencia de la ciudadanía. Su objetivo en el mundo ficticio del entretenimiento no corresponde a ningún tipo de pasatiempos, sino que cumple la función de espejo deformante de la humanidad.
Dicho de otra manera, es un tipo humano, de atuendos abigarrados y vida mortal, maltrecho, equívoco, que labra su camino a contracorriente con la comunidad. Es un ser marginal tanto en el sentido físico del término, como el que se aplica al contexto social.
Esta reseña ha sido realizada gracias a un ejemplar físico facilitado por Héroes de Papel.